miércoles, 22 de mayo de 2013

Carta 19


Cartas en Montreal XIX

QUE TRATA DEL PRIMER TROPIEZO QUE SUFRE AGAPO BUENDÍA EN SUS LABORES DE AMO DE CASA AL QUEMAR DOS FUSIBLES DE LA SECADORA POR SOBRECARGARLA.


Mi ropa interior se encuentra dando vueltas en la lavadora. Sentado con parsimonia frente a ella, te escribo. Posteriormente pasará a la secadora, que ya han venido a componer. Era urgente que lo hicieran porque sólo me queda un boxer limpio – recuerda que sufrí una baja, aquél día…- el de mañana y si no lavo ya, urgente, la humanidad se atrasará como dos siglos.

Pero fue mi penitencia y novateada la descompostura de la secadora, que no fueron más que dos fusibles achicharrados tras recargarla con absolutamente toda mi ropa.

-       Si la voy a lavar- pensé- la lavo toda de una vez.

Me podrás decir que simplemente la ponga a secar, pero con el frío que ya está haciendo, no se seca. Al contrario, se humedece y la casa comienza a oler más bien gachón. Es obligatorio usar la secadora y está prohibido descomponerla. Yo hice ambas cosas.

Pero en lo que la compusieron, como ya había lavado todo (y como mencioné, había metido todos mis harapos) no se podía secar y me quedé con sólo una playera ligera y un short. El martes por la mañana, con un aire fuerte, frío y con amenazas de lluvia de un cielo muy gris, me fui a la Academia con toda la actitud de un despistado turista en Can Cún, mientras que todos vestían con algo más protector. No tenía opción. Era lo único que me quedaba seco y eso por casualidad, pues me olvidé de echar esas prendas a la lavadora también. En el salón todos me preguntaron que por qué tan veraniego.

-       ¿Esto es frío para ustedes? – contestaba a manera de pregunta, todo retador y lleno de valentía, pero sientiendo frío en las piernas y brazos.

Afortunadamente no llovió, pero el regreso fue insoportable. Los grandes edificios forman corrientes de aire que me hicieron añorar el calor tan feroz de la Laguna, en donde puedes empaparte completamente y a los tres minutos y medio estar de nuevo seco. No obstante llegué a casa, me avisaron que la secadora funcionaba ya y que pagara los fusibles. Así hice.

A la casa del Big Jean ha llegado un árabe llamado Ali. Y nada más para repasar, vuelvo a nombrar a los protagonistas de esta casa: Miguel, Yered, Gabriel y Agapo Buendía de México; Veder de Siria; Igor de Israel; Yoshi de Japón; Julio de Guatemala; Giovanni de Venezuela y Ali de Arabia.

Al único que no soporto es a Igor, su sola presencia me causa malestar: es alto, bobo, con los pantalones hasta el ombligo, camina pesado y encorvado, con nada está de acuerdo, de todo discute, sólo está corrigiendo pronunciación y nunca termina de hablar, hablar y hablar...

Veder (Siria) y Yered (D.F) tuvieron problemas, son los más jovenes de la casa y por ende han convivido más, pero se comenzaron a decir tantos apodos que con el transcurso de los días le fueron subiendo de tono (ya me imagino Yered, tan chilango) que se les fue el cotorreo de las manos, llegaron a la agresión, los insultos y al final casi llegan a los golpes, sino es por la intervención de Miguel y Julio. Mr Jean amenazó con expulsarlos y desde entonces está muy irritable, y como ya existe el antecedente de Eddy y Denisse, todos andamos como santos por la casa.

Yo sigo teniendo en gran estima a Miguel (Manzanillo) y a Julio (Guatemala), desde que hicimos el viaje a Toronto y Niágara nos acercamos más; Giovanni (Venezuela) es un excelente tipo, alegre, fiestero, bonachón, a diferencia de lo que pensé cuando lo conocí, donde se me hizo más bien pesado. A Yoshi sólo lo he visto pasar como tres veces por la cocina todo este tiempo, desde mi primer día que hablé con él, no ha vuelto a figurar. Supongo tenemos horarios muy distintos.

A la casa de enfrente han llegado dos estudiantes muy guapas y de inmediato se convirtieron en la sensación de la casa del Big Jean. Todos mis hermanos, como cuervos hambrientos revoloteando a su alrededor, buscan conversación y lucir sus habilidades frente a ellas, incluídos el tímido Alí y el necio de Igor. Pero está bien, necesitabamos presencia femenina. La mayor es Julia, de España, que huyendo de las galanterías de mis amigos me ha buscado en mi solitaria barda en donde por las noches prendo un cigarro con toda la pose de Alberto Vázquez. Julia es una gran conversadora y las horas se han precipitado entre charlas de cine, poetas y ciudades europeas que nos gustan a ambos. Le conté que no es la primera española que conozco, que en Toronto tuve una novia de allá y que su forma de hablar me recordaba a la de Inma.

-Mirá - dice con su peculiar castellano- que la gente de Canarias (Inma era de Islas Canarias) tiene un acento más puro, muy nítido, como armonioso. Es muy…, muy…

-Muy hermoso – completé con orgullo recordando a mi princesa de chocolate de ojos verdes.

-Vale, si vos decís - sentenció.

La otra vecina es Fernanda, de Brasil. Tiene bonito cuerpo esculpido de deportista y no sin razón, pues todo el tiempo quiere jugar fútbol y es realmente buena. Me sorprendió cuando en efecto fuimos a jugar el pasado lunes y, al estar ella en mi equipo, hicimos todo tipo de jugadas de fantasía, pases, triangulaciones y trazos que muchos hombres no me han entendido. Muy rápida y sagaz la pequeña Ronaldita.

En cuanto a romance con ellas, yo no le entro. Prefiero las conversaciones con Julia y el jogo bonito con Fernanda que entrar en más brocas. Además, si no resulta, tener a tu ex novia de vecina puede ser un martirio. Sin embargo hemos conectado como grupo y fuimos ya al cine un par de veces con ellas (Halloween y El Reino del Fuego) y puedo asegurar que fui el único que vio las películas, pues los demás se mantuvieron al pendiente de nuestras vecinas: que si todo estaba bien, que si se les ofrecía algo más, que si estaban cómodas, que si te traigo otro refresco... A veces la urgencia apremia.

Como ahora a mi, que me urge ir a hacer pipí. 

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