miércoles, 26 de junio de 2013

Carta 38


Cartas en Montreal XXXVIII

QUE TRATA DE ALGUNAS MEDITACIONES QUE HACE AGAPO BUENDÍA SOBRE ESTE VIAJE Y DE CÓMO REPRESENTA A SU ACADEMIA DE FRANCÉS EN UN EXAMEN ESTATAL.


Me sería muy difícil, y a ti muy tedioso y confuso, anotar a cada persona que conozco aquí y hacer de él o de ella un personaje. A pesar de que he realizado un gran esfuerzo por omitir nombres en estas Cartas, las personas que he nombrado son ya muy numerosas y corro el riesgo de que el lector ya no sepa si quién es quién. Es posible que en el futuro alguien que ha formado parte de este viaje, lea estas Cartas y no vea su nombre en ellas, pero tendrán que comprenderme.

También es difícil que cada día haya algo qué contar. Por supuesto en los primeros días sí hay y mucho, como habrás notado que te escribía sin falta una carta cada noche, porque todo es nuevo, sorpresa y causa impresión. Con el paso de las semanas se vuelve rutina y una anécdota en la clase de francés, en la casa o en el metro, tiene que tener muchos elementos para ser relatados porque sino caigo en lo que lamentablemente muchos escritores hacen: cumplir con cierto número de páginas (aunque ellos cuentan palabras) y si yo tuviera esa visión, caería en sus mismos vicios, mis Cartas se leerían así: “Me levanté, fui al baño, me vi al espejo, lavé mis dientes, abrí la llave del agua, sentí que ya estaba tibia, me metí bajo el agua, entonces me puse a pensar, tomé el shampoo…”  Para mi, lo más importante en mi escritura es la síntesis de las ideas y tratar de relatarlas con mucha sinceridad en las emociones experimentadas. Si con ello te hago reír, pasar un buen momento o te provoco alguna nostalgia, entonces me daré por bien servido.

Uno cuando viaja a estudiar algun idioma piensa que es eso precisamente lo que aprenderá, un idioma. Y si bien es cierto que al regreso puedes estar hablando inglés o francés, lo realmente aprendido es otra cosa. Este tipo de viaje te enseña a dos cosas: a vivir y a sobrevivir. Por eso considero importante experimentarlo. El aprendizaje que conlleva cuidar de ti mismo, la elaboración de tu comida, el lavado de tu ropa, las distancias, el vivir lejos de tus padres, hermanos y amigos de vida para sobrevivir en una auténtica jungla que es cualquier metropoli.

En la casa en donde vivimos, la famosa casa del Big Jean, hay diferenties tipos de tarifa. Si eres de cierto abolengo puedes tener la vida resuelta, pagando. Las tres comidas incluídas, lavandería, planchado y hasta transporte, pero creo que se perdería del todo la escencia de lo que uno realmente viene a aprender, destetarse, buscar cómo hacerlo, cómo moverte, cómo ser, cómo funcionar.

En lo particular, tengo sólo el dinner resuelto, que es como la cena, aunque se sirve a las 6 pm, horario impensable en México para comer. Mr Jean, como si fueramos personajes huérfanos de Oliver Twist, nos prepara en grandes hoyas espaguetti, arroz, verduras al vapor y ya. El desayuno y lunch corren por mi cuenta. Puedo usar la cocina y prepararme, como he hecho por las mañanas, pero tengo que hacer mi propio mandado. Lavo, como has notado. Y la planchada es obligatorio llevarla a un local cercano que lo hace muy barato, pues por experiencias de los Lordland, como se les dice a los que hospedan estudiantes, la plancha en manos inexpertas de estudiantes, disparan el recibo de luz.

Digo todo esto, porque precisamente Yered tiene el paquete completo, todo resuelto. Persuadido por nosotros con el paso de las semanas, haciéndole saber la importancia de la autosuficiencia y el real objetivo de vivir en el extranjero, convino con Mr Jean no pagar su lavandería por este mes y hacerla él mismo. El resultado es el siguiente:

- ¿Qué tienes Yered? – preguntó Miguel.

- Nah…, Mr Jean se estuvo riendo mal plan de mi.

- ¿Por qué? – Pregunté.

- Nah…, pero de forma exagerada. Como veinte minutos seguidos. No paraba de hacerlo.

- ¿Pues qué hiciste? – Julio.

- Le dije que me ayudara a lavar mi ropa, pues nunca en mi vida lo había hecho.

- ¿Y por eso se rió? – Miguel.

- No, no por eso. Dijo que sí, que con todo gusto.

- ¿Entonces? – Su servidor.

- Entonces me pidió que separara la ropa y me dio dos canastas para poner la ropa en ellas.

- ¿Y?

- ¿Y? Que fui a mi cuarto y separé mi ropa: en una canasta puse las camisas y en otra los pantalones.

Pobre Yered, buscaba consuelo en nosotros y se encontró con un torrente de risas mayores y más burlones que los de Mr Jean. También nosotros duramos un  buen rato riendonos de él. Al final nos comentó que había aprendido que separar la ropa significa la blanca con la de color. Al poco rato, a manera de consuelo, le platiqué de cuando quemé la secadora. Pareció ayudarle, al menos.

Por último te platico que hubo una revisión de Instituciones Académicas y fue el turno de nuestro colegio de pasar la prueba. Los inspectores iban a hablar con algunos de los alumnos para cerciorarse de que estuvieran progresando y aprendiendo. Mi nombre salió elegido (tan salados, los de mi Academia) y me llevaron a un cuarto con una inspectora. Rígida, malévola y vieja, me observaba. Mis manos comenzaron a sudar. Pronto comenzaron las preguntas y mi boca despedía bellas palabras en francés, bien pronunciadas y con un buen orden gramatical. Todo iba muy bien. De imprevisto, de golpe, me preguntó la fecha de hoy, cosa que no sabía. Es decir, no lo sabía en ningún idioma. Simplemente no la había checado, nunca la checo aquí, para qué, si ya todos los días tenemos fiesta, bares y japonesas. Pero eso bloqueó mí mente: perdí la confianza, después la seguridad y en una acción de plena honestidad, sólo mencioné, en francés:

- Perdón, la verdad es que no sé a qué dia estamos.

- Estamos a 14, ahora dime la fecha completa.

- ¡Ah, ok!. Gracias. Hoy es 14 de agosto de...

¡Chíngale!- pensé- ¿cómo se dice 2002? ¿Como en inglés? No, como en inglés no, aquí es diferente. 
¡Pero si yo lo sé decir! ¡Muchas veces en clase he dicho 2002 en francés! ¡¿Cómo se dice?! ¡¿Cómo se dice?!

 - ¿Y bien? - interrumpió la inspectora mis pensamientos- estamos a 14 de agosto del...?
-    ¿Del presente año?

Un crack este Agapo Buendia. Mientras lo decía, me arrepentía de lo que estaba diciendo, pero fue todo lo que se me ocurrió. Algo tenía que contestar y, viéndolo muy pero muy objetivamente, yo tenía razón. Como esperanza, deseaba al menos que ella se riera. No lo hizo. Me dio las gracias y salí de ahí. ¡Del presente año!

Desconozco si pasamos la prueba.

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