Cartas
en Montreal XXXVIII
QUE TRATA DE ALGUNAS MEDITACIONES QUE HACE AGAPO
BUENDÍA SOBRE ESTE VIAJE Y DE CÓMO REPRESENTA A SU ACADEMIA DE FRANCÉS EN UN
EXAMEN ESTATAL.
Me sería muy difícil, y a ti muy tedioso y
confuso, anotar a cada persona que conozco aquí y hacer de él o de ella un
personaje. A pesar de que he realizado un gran esfuerzo por omitir nombres en
estas Cartas, las personas que he nombrado son ya muy numerosas y corro el
riesgo de que el lector ya no sepa si quién es quién. Es posible que en el
futuro alguien que ha formado parte de este viaje, lea estas Cartas y no vea su
nombre en ellas, pero tendrán que comprenderme.
También es difícil que cada día haya algo qué
contar. Por supuesto en los primeros días sí hay y mucho, como habrás notado
que te escribía sin falta una carta cada noche, porque todo es nuevo, sorpresa
y causa impresión. Con el paso de las semanas se vuelve rutina y una anécdota
en la clase de francés, en la casa o en el metro, tiene que tener muchos
elementos para ser relatados porque sino caigo en lo que lamentablemente muchos
escritores hacen: cumplir con cierto número de páginas (aunque ellos cuentan
palabras) y si yo tuviera esa visión, caería en sus mismos vicios, mis Cartas
se leerían así: “Me levanté, fui al baño, me vi al espejo, lavé mis dientes,
abrí la llave del agua, sentí que ya estaba tibia, me metí bajo el agua,
entonces me puse a pensar, tomé el shampoo…” Para mi, lo más importante en mi escritura es
la síntesis de las ideas y tratar de relatarlas con mucha sinceridad en las
emociones experimentadas. Si con ello te hago reír, pasar un buen momento o te
provoco alguna nostalgia, entonces me daré por bien servido.
Uno cuando viaja a estudiar algun idioma piensa
que es eso precisamente lo que aprenderá, un idioma. Y si bien es cierto que al
regreso puedes estar hablando inglés o francés, lo realmente aprendido es otra
cosa. Este tipo de viaje te enseña a dos cosas: a vivir y a sobrevivir. Por eso
considero importante experimentarlo. El aprendizaje que conlleva cuidar de ti
mismo, la elaboración de tu comida, el lavado de tu ropa, las distancias, el
vivir lejos de tus padres, hermanos y amigos de vida para sobrevivir en una
auténtica jungla que es cualquier metropoli.
En la casa en donde vivimos, la famosa casa del
Big Jean, hay diferenties tipos de tarifa. Si eres de cierto abolengo puedes
tener la vida resuelta, pagando. Las tres comidas incluídas, lavandería,
planchado y hasta transporte, pero creo que se perdería del todo la escencia de
lo que uno realmente viene a aprender, destetarse, buscar cómo hacerlo, cómo
moverte, cómo ser, cómo funcionar.
En lo particular, tengo sólo el dinner resuelto,
que es como la cena, aunque se sirve a las 6 pm, horario impensable en México
para comer. Mr Jean, como si fueramos personajes huérfanos de Oliver Twist, nos
prepara en grandes hoyas espaguetti, arroz, verduras al vapor y ya. El desayuno
y lunch corren por mi cuenta. Puedo usar la cocina y prepararme, como he hecho
por las mañanas, pero tengo que hacer mi propio mandado. Lavo, como has notado.
Y la planchada es obligatorio llevarla a un local cercano que lo hace muy
barato, pues por experiencias de los Lordland, como se les dice a los que
hospedan estudiantes, la plancha en manos inexpertas de estudiantes, disparan
el recibo de luz.
Digo todo esto, porque precisamente Yered tiene
el paquete completo, todo resuelto. Persuadido por nosotros con el paso de las
semanas, haciéndole saber la importancia de la autosuficiencia y el real
objetivo de vivir en el extranjero, convino con Mr Jean no pagar su lavandería
por este mes y hacerla él mismo. El resultado es el siguiente:
- ¿Qué tienes Yered? – preguntó Miguel.
- Nah…, Mr Jean se estuvo riendo mal plan de mi.
- ¿Por qué? – Pregunté.
- Nah…, pero de forma exagerada. Como veinte
minutos seguidos. No paraba de hacerlo.
- ¿Pues qué hiciste? – Julio.
- Le dije que me ayudara a lavar mi ropa, pues
nunca en mi vida lo había hecho.
- ¿Y por eso se rió? – Miguel.
- No, no por eso. Dijo que sí, que con todo
gusto.
- ¿Entonces? – Su servidor.
- Entonces me pidió que separara la ropa y me
dio dos canastas para poner la ropa en ellas.
- ¿Y?
- ¿Y? Que fui a mi cuarto y separé mi ropa: en
una canasta puse las camisas y en otra los pantalones.
Pobre Yered, buscaba consuelo en nosotros y se
encontró con un torrente de risas mayores y más burlones que los de Mr Jean.
También nosotros duramos un buen rato riendonos de él. Al final nos
comentó que había aprendido que separar la ropa significa la blanca con la de
color. Al poco rato, a manera de consuelo, le platiqué de cuando quemé la
secadora. Pareció ayudarle, al menos.
Por último te platico que hubo una revisión de
Instituciones Académicas y fue el turno de nuestro colegio de pasar la prueba.
Los inspectores iban a hablar con algunos de los alumnos para cerciorarse de
que estuvieran progresando y aprendiendo. Mi nombre salió elegido (tan salados,
los de mi Academia) y me llevaron a un cuarto con una inspectora. Rígida,
malévola y vieja, me observaba. Mis manos comenzaron a sudar. Pronto comenzaron
las preguntas y mi boca despedía bellas palabras en francés, bien pronunciadas
y con un buen orden gramatical. Todo iba muy bien. De imprevisto, de golpe, me
preguntó la fecha de hoy, cosa que no sabía. Es decir, no lo sabía en ningún
idioma. Simplemente no la había checado, nunca la checo aquí, para qué, si ya
todos los días tenemos fiesta, bares y japonesas. Pero eso bloqueó mí mente: perdí
la confianza, después la seguridad y en una acción de plena honestidad, sólo
mencioné, en francés:
- Perdón, la verdad es que no sé a qué dia
estamos.
- Estamos a 14, ahora dime la fecha completa.
- ¡Ah, ok!. Gracias. Hoy es 14 de agosto de...
¡Chíngale!- pensé- ¿cómo se dice 2002? ¿Como en
inglés? No, como en inglés no, aquí es diferente.
¡Pero si yo lo sé decir!
¡Muchas veces en clase he dicho 2002 en francés! ¡¿Cómo se dice?! ¡¿Cómo se
dice?!
- ¿Y bien? - interrumpió la inspectora mis
pensamientos- estamos a 14 de agosto del...?
- ¿Del presente año?
Un crack este Agapo Buendia. Mientras lo decía,
me arrepentía de lo que estaba diciendo, pero fue todo lo que se me ocurrió.
Algo tenía que contestar y, viéndolo muy pero muy objetivamente, yo tenía
razón. Como esperanza, deseaba al menos que ella se riera. No lo hizo. Me dio
las gracias y salí de ahí. ¡Del presente año!
Desconozco si pasamos la prueba.
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