Cartas en Montreal XXIX
QUE
TRATA DE CUANDO AGAPO BUENDÍA SE CONVIERTE EN TODO UN EJECUTIVO DE NEGOCIOS AL
REALIZAR VISITAS DE TRABAJO, AUNQUE LO RESCATABLE DEL DÍA HAYA SIDO HECHO QUIZÁ
POR ALGUN OTRO. U OTRA. O POR NADIE. CON ESTOS TÍTULOS UNO YA NUNCA SABE.
Tenía que estar
muy temprano en la estación del metro más lejana a mi casa, lugar que me
tomaría una hora y media en llegar. De modo que abrí los ojos a las cinco y
media de la mañana. El despertador sonaba con ira y por querer apagarlo de
inmediato tumbé varias cosas. Era hora de levantarse.
A las ocho
había finalmente llegado puntual a tal estación. Ahí me esperaba el
vicepresidente de tal compañía y es que la historia es esta: Mi padre hace
negocios con una compañía de aquí, de modo que como visita de cortesía, cual
embajador, se me asignó la tarea de ir a la planta, conocer el personal, las
instalaciones, hacer preguntas, interesarme con las explicaciones, comer con el
mencionado, ser amable, caer bien, etc... No entraré en detalles de lo que hice
en la fábrica porque si hacerlo fue aburrido, leerlo lo será más. Fue un día de
trabajo cualquiera.
Sólo te
comentaré que a los dos restaurantes que fuimos, uno para desayunar y el otro
para comer, eran de lujo. Y vaya que me desquité de los meses que tengo de mal
comer, pues Mr Jean nos ve a todos como sus Oliver Twist y prepara grandes
hoyas con espaguetti, arroz y si bien nos va a veces (muy a veces) le pone
albóndigas. Y Ya. Somos como presidiarios, pero de hambre no nos morimos. En el
restaurente me sentía como el Chavo del Ocho cuando lo invitan a desayunar,
hacía los mismos ojitos y me humedecía la lengua igual. Cuando me trajeron el
filete de carne, gruesa, jugosa, cocida, quemadita y con hueso, mis ojos se
iluminaron y apenas me detenía a respirar mientras comía. Todo era comer comer
comer. El señor me preguntó:
- ¡Quiero tu
secreto para comer mucho y estar delgado! ¿Pues en dónde te cabe tanta comida?
- ¿Comida? -
contesté- ¡¿en dónde hay mas comida?!
Y es que la
diferencia de horas entre el desayuno y la comida fueron de tan sólo tres. En
esas dos comidas me deglute en total: dos huevos estrellados, papas rayadas,
cinco trozos de tocino, dos hot cakes con su miel, un sándwich de jamón y
queso, frijoles de los de acá, un plato con fruta, café, jugo, ensalada, una
papa gigante con queso derretido y tocino en tritura al interior y el ya
mencionado y glorificado y celestial y magnífico bistec al que milagrosamente
le dejé el hueso y no succioné el tuetano sólo porque si mi madre se entera, me
mata.
Mi padre habló
conmigo en la noche diciendo que mi visita a la planta había sido del todo
positiva y que sus proveedores estaban muy contentos. Soy un buen muchacho.
Un buen muchacho
que festeja todo, al final de la visita y a manera de cortesía, el
vicepresidente de la compañía me regaló dos boletos para ir al béisbol a ver a
los Expos de Montreal. Son en la mejor sección, sellado el símbolo de VIP y con
asientos reservados.
Cuando regresé
a casa, muy tarde, estaban mis hermanos con Julia a la mesa y todavía tuve el
descaro de cenar el mencionado espagetti con arroz. Uno no puede darse el lujo
de andar despreciando rutinas.
- No hagas planes
el jueves por la noche - Dije a Julia.
- ¿Por qué?
- Te tengo una
sorpresa. Tu nada más no hagas planes.
- ¡¿Cuál
sorpresa?! ¿¡Cuál?! ¿¡Cuál?!
- ¡Una! ¡Una!
No recuerdo
cómo, pero mi sorpresa dejó de serlo en tres o cuatro minutos. Tuve que
confesárselo o no tendría paz por el resto de mis días, pues Julia revoloteava
a mi alrededor con preguntas inquisidoras. Al saberlo, me abrazó de la emoción
y se lo contó a todos. Ahora la tortura fue que mis amigos querían que no
invitara a Julia, que ni conoce el juego y que llevara a alguno de ellos.
Recibí todo tipo de propuestas sobornables. Pero prefiero la compañía femenina.
En fin, iríamos a un juego oficial de béisbol en el mismísimo Estadio Olímpico
de Montreal. Eso era algo muy bueno.
Continuaba la
noche y mi cuerpo y mi mente pedían a gritos desesperados un merecido descanso.
Había dormido poco la noche anterior porque habíamos ido todos juntos al cine a
ver Austin Powers 3 y fue tanto el reír que mis mandíbulas y cachetes
terminaron por dolerme. No reía tanto desde la última vez que vi a mis amigos
de Torreón, en mi cena de despedida.
Habiendo comido
por fin carne real. Tan jugosa y llena de proteinas, mi estómago y alma se
sentían contentos. No voy a mentir, pero incluso comencé a ver mejor, como si
mis ojos tuvieran de nuevo la capacidad de enfocar las cosas. Tan importante es
consumir el alimento al que por vida hemos estado acostumbrados. Como lagunero
tengo la obligación de ser carnívoro y es algo que me ha faltado estos meses.
Quería dormir y disfrutar mi sueño. Me sentía bendecido. Agradecí la comida y
la oportunidad de estar vivo.
No importaba
que hubiera faltado a clases, que tuviera tanto sin saber de Natalia, la
tortuosa presencia de Kosué ni que me urgiera tener calzones limpios. No
importaba, la vida era buena.
La noche era
estrellada y tiritaban, azules, los astros a lo lejos...
... así que
recordé algunos momentos de mi vida
minutos antes
de quedarme dormido.
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