Cartas en Montreal XXXII
QUE
TRATA DE CUANDO AGAPO BUENDÍA NO ESTÁ PARA CONTARLO, NI USTEDES PARA SABERLO,
PERO...
Ahora sí que
las cosas en la casa se pusieron calientitas. Hemos conocido el lado oscuro de
Mr.Jean y no es precisamente el más agradable. Es una fortuna que Miguel,
Julio, Giovanni, Yered y yo estemos tan unidos, porque de lo contrario, supongo
nos darían mucha inestabilidad los arranques de cólera de Mr. Jean y las
manifestaciones maniacas de los otros habitantes de la casa como pasa con Igor
y con César.
Era de noche y
los apenas mencionados nos encontrábamos en el balcón de la habitación de
Giovanni tomando algunas cervezas. Platicando, recordando cosas vividas por
nosotros y riéndo con descaro. De pronto Mr Jean entró fúrico a donde nos
encontrábamos, desorbitado, rabioso y malévolo. Comenzó a gritar que quién
había dejado los platos sucios. A decir todas las malas palabras que hay en
francés, inglés y español. Moviendo mucho los brazos, rojo rojo rojo todo su
cuerpo y cara. Nosotros no hacíamos más que mirarle y escucharle.
Terminó de
gritar y se fue dando un escandaloso portazo. Giovanni y Julio decidieron ir a
lavar los platos, no importando quién hubiera sido quien los dejo así. A los
pocos minutos entró nuevamente Mr. Jean y nos comenzó a regañar otra vez por lo
mismo, con las mismas palabras, los mismos movimientos y por las mismas causas.
Nosotros sólo le veíamos. Terminó con nosotros y se fue con Julio y Giovanni a
la cocina. Continuó el regaño. Se escuchó el sonido de unos platos como si los
hubiesen aventado. Como puedes ver, Mr. Jean estaba enojado.
La noche
continuó e Igor se unió a nuestra terraza. Olvidó mis palabras de reto y
distancia para con él, y comenzó a platicarme de lo triste que está: dice que
ya está aburrido y cansado, que le queda aún más de un mes y ya no encuentra
qué hacer. Que no ha hecho amigos, que nadie quiere platicar con él. Que Mr.
Jean lo ignora, Veder lo evita y se la pasa solo. Y lo que es peor, reprobó su
examen de francés porque nunca lo practicó correctamente. Lo escuché
atentamente, pero sin aconsejarlo. No vaya a ser yo el burro que se convertirá
en su único amigo y luego para quitármelo. Terminó diciendo que no soporta a
César y con eso me cayó un poquito bien. Ya al menos en algo hemos coincidido.
Y si Mr. Jean
se enojó con nosotros sin saber concretamente quién había dejado los platos sin
lavar (aunque nosotros concluimos que fue Yoshi) ahora nosotros somos los
enojados con él. Cuando llegamos de Quebéc comenzada la noche (aventura que
contaré en la siguiente carta) lo hicimos hambrientos y felices de que
finalmente comeríamos, pero, ¡Oh desagradable sorpresa! el refrigerador estaba
vacío. No había comida en él. No había comida para nosotros.
Telefoneamos a
Mr. Jean para ver qué había pasado con la comida que nos correspondía, pues
todo lo pagamos mensualmente y eso debemos tenerlo resuelto de antemano. Argumentó
una serie de estupideces que mejor decidimos colgarle e ir a cenar por nuestra
cuenta y ya te imaginarás todo lo que lo viboreamos. Una vez satisfecho el
apetito, cada quien se fue a dormir.
- Total que uno
aquí ya no sabe ni qué- fue mi último pensamiento antes de quedarme dormido
No hay comentarios:
Publicar un comentario