* El escritor sabe que Giovanni pronto regresará a su país y aprovechando la efervescencia de Big Brother en México, se permite jugar con libertad con la dinámica y palabras del programa.
Cartas en Montreal XXVII
QUE
TRATA DE LA VEZ EN QUE AGAPO BUENDÍA ES NOMINADO PARA SALIR DE LA CASA DEL BIG
JEAN JUNTO CON OTRO DE LOS INTEGRANTES*.
Dentro de diez
días se decidirá quién tendrá que dejar la casa del Big Jean. Si Giovanni el
venezolano, quien fue nominado por ser demasiado reservado y pasivo en los
últimos días, o el buen Agapo Buendía, a quien le ha afectado haber tenido pleitos
tan continuos con dos habitantes de la casa.
Los pronósticos
apuntaban a que uno de los nominados sería el nuevo integrante español, César:
antipático, creído, malhumorado, desconfiable. Lo increíble es que el mismísimo
Igor, que carece de popularidad con el público y con sus mismos hermanos de la
casa, tampoco fue nominado, a pesar de ser geniudo, criticón, gritón,
insportable y pesado. Se pensaba que estos dos últimos conformarían la terna,
pero no, los elegidos por los votantes son Giovanni y Agapo Buendía.
Y es que todo
indica que la gota que derramó el vaso fue el viernes por la mañana cuando
Agapo, cual vil ladrón, se robó un desayuno del refrigerador. Se había
levantado muy tarde, apenas llegaría a tiempo a clases si realmente se
apresuraba, pero el hambre lo corroía. Llegó a casa de Mr Jean, abrió el
refrigerador casi por inercia y al encontrar una bolsa de cartón con dos sándwiches
de jamón, un plátano y un jugo, en cuestión de micro segundos tomó la bolsa, se
la puso en el pecho dentro de su sudadera y se dirigió con paso acelerado a la
estación de autobus, en donde una vez dentro y bien sentado, lo devoró todo.
Esa misma noche
Agapo iba a escuchar a Mr.Jean decirle con tono desesperado a alguien por
teléfono.
- ¡Es increíble
lo que pasa en esta casa! Tenía el desayuno ya listo cuando fui dos minutos al
baño. Al regresar a la cocina, abrí el refrigerador y no había desayuno, no
había bolsa y no había nada.
- Quizá fue un
duende Mr. Jean - pensó Agapo- uno nunca sabe.
Ese día Agapo
iba a pasear solo por las viejas calles de Montreal, pues todos los demás
decidieron irse a Ottawa y no llegaron sino hasta en la noche. Agapo estuvo en
el puerto, caminó mucho tiempo, comió y bebió café en varios sitios y en
resumen, simplemente se limitó a existir.
Por la
madrugada, Miguel, Yered y Julia llegaron de Ottawa y Agapo estaba solillo en
las escaleras del porche de la casa, ellos tenían demasiada hambre y él se
ofreció a acompañarlos a cenar. Se dirigieron a un café cercano, ordenaron,
bebieron y conversaron de diversas cosas, sobretodo de su viaje a Ottawa,
ciudad que Agapo rechazó porque la encuentra muy aburrida.
En el camino de
regreso, ya muy tarde, mientras caminaban, Yered preguntó:
- ¿Supieron que
le robaron el desayuno a Mr.Jean?
- ¿Cómo que le
robaron el desayuno? – cuestionó Miguel.
- Sí, que ya lo
tenía listo y que apenas se distrajo, desapareció del refrigerador.
- Supe -
contestó Agapo – estoy seguro que fueron los duendes.
- ¿Cuáles
duendes? – Julia.
- Unos duendes
– sentenció Agapo- En la casa hay duendes.
Y sí. Los
había.
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